Soy maestra porque me encanta, siempre me gusto,
siempre fue mi sueño, al ser la mayor de
5 hermanos, pude y tuve que
practicar con ellos, y me gusto, lo disfrute tanto que dije, ¡es lo mío!.
Porque
el ser docente es mí dicha, y digo dicha, porque no puedo llamarle
trabajo a lo que disfruto tanto.
Soy
maestra porque estoy segura de que Dios cree en mí, y me tiene confianza, porque esos
niños pudieron estar en otras escuelas o con otras maestras y sin embargo están
todos los días frente a mí, mirándome con la inocencia que me reflejan la existencia de Dios.
Tengo
claro la importancia y el compromiso de esta encomienda, para lo cual me
esfuerzo día a día para ser lo que ellos necesitan, en el
aspecto académico, pero primordialmente, ante la realidad de nuestros días, en
no desperdiciar esta enorme oportunidad de formar seres humanos buenos motivándolos para desarrollar todo su potencial, en inculcar en ellos el respeto y amor en todo y para todos.
Mi
centro de trabajo es un oasis, en el que me encanta entrar todos los días, porque
al cruzar la puerta de entrada, olvido mis problemas personales, porque es el lugar donde están
mis alumnos con los que comparto muchas vivencias, donde soy útil, donde sé que
me quieren y respetan.
Ser maestro no es fácil, en ocasiones cansa pero deja ese rico sabor del deber cumplido de poder decir a Dios: Aquí estoy Señor reportándome; además es un trabajo muy bien remunerado, pues los logros
y el amor de mis alumnos, es el mejor e infinito pago por este trabajo, es mi
mayor ganancia, ganancia que rinde frutos al ver a mis alumnos crecer y
convertirse en hombres de bien.
Por
eso todos los días doy gracias a Dios por poderme dedicar a esta noble y
hermosa profesión, sé que los compañeros que disfrutan esta noble vocación estarán de acuerdo conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario